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1 de junio de 2023
La huella de carbono, el rastro que marca el futuro del planeta
Todas las actividades humanas generan gases de efecto invernadero. De forma directa, al conducir un vehículo de combustión; o indirecta, al consumir electricidad obtenida a partir de combustibles fósiles, se emite dióxido de carbono (CO₂). Es lo que se conoce como huella de carbono. Calcular su volumen, que se expresa en toneladas equivalentes de CO₂, ayuda a ciudadanos, empresas y países a tomar conciencia de la dimensión de sus residuos invisibles y, consecuentemente, a poner en marcha medidas que contribuyan a reducirla. Algo esencial si se quiere frenar el calentamiento global y lograr que la temperatura media del planeta no suba 2ºC, o mejor que solo lo haga 1,5ºC, respecto a los niveles preindustriales, el límite que establece la ciencia para eludir los efectos más catastróficos del cambio climático.
Las pequeñas acciones de cada día generan emisiones que conforman la huella personal de cada uno de nosotros. No aumenta nuestra huella igual si comemos carne o nos alimentamos principalmente de vegetales. De hecho, según los estudios recogidos por Our World in Data, el repositorio de datos de la Universidad de Oxford, la producción de un kilo de vacuno genera 36 kilos equivalentes de CO₂, mientras que un kilo de tomates, solo dos.
Nuestra actividad en internet también influye en nuestras emisiones. El investigador británico Mike Berners-Lee afirma en su libro How Bad Are Bananas?: The Carbon Footprint of Everything (¿Cómo de malos son los plátanos?: La huella de carbono de todo, en español) que enviar un e-mail emite cuatro gramos de CO₂ y hasta 50 gramos si lleva un archivo adjunto. En su actualización de los cálculos, Berners-Lee señala, sin embargo, que cada vez los equipos son más eficientes, lo que está reduciendo las emisiones a entre 0,3 y 26 gramos.
Para hacerse una idea del tamaño de este rastro contaminante, la Organización de Naciones Unidas (ONU) ofrece una calculadora gratuita que permite conocer la huella de una familia durante un tiempo determinado. Esta herramienta tiene en cuenta el estilo de vida de las personas: las dimensiones de su vivienda, su consumo eléctrico, los medios de transporte habituales que utilizan, el número de viajes en avión que realizan, si reciclan, si compran productos locales… La elaboración del video que encabeza este artículo ha generado, por ejemplo, media tonelada equivalente de CO₂. Para obtener la cifra se han evaluado todas las acciones que generan algún gasto energético. El desglose figura al final de este artículo.
La calculadora de la ONU también tiene en cuenta las emisiones de gases de efecto invernadero del país en el que se reside, ya que no todos contaminan igual. En 2020, China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón y los 27 Estados de la Unión Europea fueron los principales emisores. Juntos sumaron más de dos tercios de los gases que se liberaron entonces, de acuerdo con la Base de Datos de Emisiones para la Investigación Atmosférica Global Europea (EDGAR, por sus siglas en inglés).
La huella per cápita de CO₂ en España en 2021 fue de 4,79 toneladas, según el avance del inventario de emisiones facilitado por el Ministerio para la Transición Ecológica (el año pasado las emisiones brutas fueron de 226,89 millones de toneladas). Para hacernos una idea esta institución recurre a un ejemplo muy visual. Calcula que una tonelada de CO₂ ocupa el tamaño de una piscina de 10 metros de ancho, 25 metros de largo y dos metros de profundidad. Para meter 4,79 toneladas harían falta cinco como esa, lo que equivale casi a una olímpica (50x25x2,7). El CO₂ llenaría algo menos de las tres cuartas partes del vaso. Pero si a este se suman los demás gases de efecto invernadero que genera cada español (como el metano, el óxido nitroso y varios gases fluorados), asciende a 6,1 toneladas (las emisiones en bruto fueron 288,649 millones de toneladas equivalentes), por lo que la piscina estaría más cerca de llenarse.
La presencia de CO₂ en el aire es algo natural. De hecho, gracias a su efecto invernadero, que hace que la radiación del sol permanezca en la atmósfera, el planeta mantiene una temperatura media templada. Sin ella, estaríamos a 18 °C bajo cero, de acuerdo con el investigador y profesor de la Universidad de Salamanca, Guillermo Sánchez, en el documento Fundamentos científicos del calentamiento global: ¿Qué sabemos realmente? Exactamente, la temperatura media en invierno de Kangerlussuaq y Upernavik, dos poblaciones de Groenlandia.
El aumento de la concentración de CO₂ por la acción humana, sin embargo, está acelerando el efecto invernadero y, por tanto, calentando la Tierra más de lo debido. Los expertos han identificado que las mayores subidas de la temperatura media, desde que se tienen registros en el siglo XIX, se han producido a partir de la década de 1970 y no han parado de crecer. En concreto, en la última década, entre 2010 y 2019, la emisión de gases de efecto invernadero fue superior a la de cualquier momento previo, según el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) publicado en 2021. La Organización Meteorológica Mundial estima que la temperatura media mundial de 2022 superará en 1,15 grados la media del período preindustrial (acotado entre 1850 y 1900).
Los científicos que forman parte del IPCC, 234 de 66 nacionalidades distintas, destacan que la mejor manera de no llegar a esos 2ºC (o idealmente no superar los 1,5 grados) es avanzar hacia la neutralidad del carbono para 2050. Un compromiso al que se sumaron los 195 países que firmaron el Acuerdo de París en 2015, incluida la Unión Europea, y que consiste en emitir la misma cantidad de CO₂ que la que se retira por diferentes vías. De esta acción resulta un balance cero.
Existen diversas formas de conseguir este equilibrio. El primer paso, sin embargo, consiste en reducir las emisiones. Esto se logra, apuntan los expertos, acelerando la transición energética, es decir, reemplazando los combustibles fósiles por otros de origen renovable, pero también potenciando la eficiencia energética, que es la capacidad de producir lo mismo empleando menos recursos.
Cuando por alguna razón no se puede reducir más, la estrategia pasa por compensar las emisiones. Las superficies boscosas y los océanos funcionan como sumideros de dióxido de carbono naturales. Pero no son capaces de asimilar los volúmenes que la actividad humana lanza a la atmósfera. De acuerdo con el informe de Global Carbon Project, elaborado por un centenar de especialistas internacionales, que se ha presentado este noviembre coincidiendo con la Cumbre del Clima (COP27) en Egipto, absorben algo más de la mitad: la vegetación terrestre atrapa un 29%, mientras que los océanos captan el 26% de las emisiones.
Naturgy se encuentra en pleno proceso de transformación para alcanzar su neutralidad en emisiones en 2050, en línea con los compromisos del Acuerdo de París. Para avanzar hacia esa meta, uno de los objetivos de su plan estratégico, trabaja para reducir su huella de carbono.
El aumento de la producción eléctrica a partir de fuentes renovables forma parte de su estrategia. De hecho, se ha propuesto triplicar su capacidad instalada para 2025. Y ya ha cerrado sus plantas de generación de carbón, como la de La Robla (León), que se reconvertirá en una planta de producción fotovoltaica, aplicando así los principios de la transición justa, que promulgan que nadie quede atrás en el progreso hacia una economía descarbonizada.
Gracias a estos cambios, en 2021 ha reducido las emisiones directas de su actividad en un 37% respecto a 2017. Su huella de carbono total, que incluye las emisiones indirectas, fue un 9% inferior que cinco años atrás, porcentaje que quiere elevar hasta el 24% en 2025.
La energética ha empezado a tener en cuenta la huella de carbono de sus proveedores en los procesos de licitación. Una iniciativa que contribuirá a promover la toma de conciencia en la industria. En la implantación de este requisito habrá dos fases: una primera voluntaria, en la que los proveedores serán invitados a medir su huella y, a partir del próximo año, la certificación será indispensable para los proveedores más grandes y, por tanto, responsables de un mayor volumen de emisiones.
Desde 2014, Naturgy compensa los gases que genera la actividad de sus centros de trabajo y los viajes de empresa a través del mercado de derechos de emisiones. Además, la compañía se ha propuesto, mediante la iniciativa Bosque Naturgy, recuperar zonas boscosas degradadas de Galicia y avanzar así hacia la neutralidad climática.
El panel de expertos de la ONU destaca que se están investigando métodos para atrapar el CO₂ y utilizarlo con diversos fines o incluso para almacenarlo bajo tierra. Actualmente existen proyectos con los que se pretende dar una nueva vida a los gases contaminantes de la industria para elaborar cemento y nuevos combustibles. También se plantea su enterramiento solidificado. Al mezclarlo con agua, se inyecta en el subsuelo donde se mineraliza en forma de rocas.
La Unión Europea estableció en 2005 un mecanismo para reducir las emisiones de los sectores más contaminantes, como la industria y la aviación. Se basa en asignar un límite al volumen de gases que pueden liberar cada año las empresas y establecer un mercado de emisiones. Las empresas más contaminantes pueden comprar cupo adicional a las menos. Desde su introducción, las emisiones se han recortado un 41%, y se espera que aumente el ritmo de reducción, ya que cada año, se rebajan las asignaciones.
Un método eficaz que, combinado con el avance en la transición energética y los mecanismos de captura y transformación de los gases contaminantes, contribuirá a dar pasos de gigante hacia la meta de alcanzar la neutralidad de carbono en menos de tres décadas.
¿Cómo funciona?
El sistema pone precio a las emisiones. Cada año, las empresas adquieren los derechos correspondientes a sus emisiones de gases de efecto invernadero. No obstante, cada país decide qué empresas reciben una asignación gratuita para evitar el traslado de su actividad a países fuera de la UE.
Si una empresa prevé generar menos emisiones que las que tiene asignadas, puede vendérselas a una empresa que calcula que sobrepasará las suyas. Así se fomenta que se reduzcan emisiones allí donde es más fácil lograrlo.
Cada año se establece un límite máximo a los derechos, que se rebaja al siguiente. Así se crea un incentivo financiero para que tomen medidas para reducir sus emisiones: si liberan menos gases, tendrán que pagar menos.
¿A quién afecta?
11.000empresas en Europa
1.000de ellas en España
40%de las emisiones en la UE
Sectores afectados
Eléctrico y de
generación de calor
Industrial de gran consumo
energético (refinerías,
siderurgia, cementeras…)
Aviación comercial
REDUCIR UN43%las emisiones de gases de efecto invernadero de estos sectores en 2030
¿Cómo funciona?
Si un país genera menos emisiones de lo que le permite su asignación anual, puede emplear parte del excedente el año siguiente.
Si un país genera más emisiones de lo que le permite su asignación, puede sobrepasarla con cargo a la asignación del año siguiente.
Los países pueden comprar y vender entre ellos los excedentes de derechos de emisión.
¿A quién afecta?
Afecta a los sectores que no están incluidos en el régimen de comercio de derechos de emisión (RCDE)
Transporte por carretera
Agricultura
Edificios
Pequeña industria
Residuos
60%de las emisiones en la UE
REDUCIR UN29%las emisiones de gases de efecto invernadero de estos sectores en 2030
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